Metilfenidato es uno de los diez principios activos más prescritos en pediatría

Este fin de semana pasado creo que se lo voy a dedicar un poco al trastorno del déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y al metilfenidato (y un poco a la atomoxetina). ¿Por qué? Pues esto empezó el viernes pasado con unas amigas farmacéuticas y continuó el tema con un chico que es profesor de primaria al día siguiente por la noche. Y hoy, cuando abro mi cuenta Twitter, me encuentro una entrada en el blog de Julio Bonis (@drbonis) donde aparece la evolución del número de recetas de metilfenidato prescritas en los últimos diez años en la población pediátrica de España. La evolución del metilfenidato en la última década es muy interesante…

 

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¿Qué es el TDAH, metilfenidato y la atomoxetina?

El TDAH es un trastorno neurológico del comportamiento caracterizado por distracción moderada a grave, períodos de atención breve, inquietud motora, inestabilidad emocional y conductas impulsivas. Para su diagnóstico se utilizan test psicológicos como el Global Impression of Perceived Difficulties (GIPD) oThe Conners’ Parent Rating Scale (CPRS).

 

Metilfenidato (Concerta(R) o Rubifen(R)) y la atomoxetina (Strattera(R)) son sustancias para el tratamiento del TDAH. Son simpaticomiméticos de acción central. Metilfenidato se considera también psicoestimulante.

 

¿Qué tienen de controvertido este tipo sustancias?

Sus efectos adversos van des de problemas cardiovasculares, problemas en el crecimiento (hacen perder el apetito), insomnio, aparecen tics, dolor de cabeza e incluso se describen tendencias suicidas al tomar este tratamiento.

 

El año pasado se publicó una alerta farmacéutica de la AEMPS sobre nuevas recomendaciones para la atomoxatina por la posibilidad de que esta aumentara la presión arterial y la frecuencia cardíaca.

Los trastornos del aprendizaje y la conducta en niños siempre han sido un tema el cual me ha interesado muchísimo por varios motivos personales. Des me mi posición de inexperta, siempre he pensado que la mitad de los casos diagnosticados se podrían resolver apuntando al niño a un extraescolar (a hacer deporte por ejemplo) y que el niño llegara a casa lo suficientemente cansado como para que no “molestara” a sus padres. Parece que recetar “pastillas” sea la solución fácil. Porque lo que veo yo detrás del mostrador cuando una madre viene a buscar la medicación para su hijo es siempre la misma imagen: una madre apoyada en el mostrador, con cara de estar mega-agobiada, el niño/a corriendo por la farmacia, tocándolo todo hasta que yo misma o algún compañero mío llama la atención al pequeño y la madre empieza a chillar (sin moverse de donde estaba) de manera histérica, siendo más bien poco efectivo porqué el niño/a NUNCA hace caso. Otra situación habitual es el niño que viene solo, sin la madre o el padre, con la receta (ya es mayor y lleva años con esta medicación) con cara de estar dormido (o más bien “empanado”) porqué, efectivamente, se le acabaron las “pastillas” hace un par de días y no ha podido venir a buscarlas.

No puedo evitar preguntarme cómo se debía abordar el problema hace 30 o 40 años. ¿O tal vez el TDAH no existía en esa época?

Si nunca vais a EEUU, pasaros por una librería y veréis cómo les preocupa este tema… me acuerdo que tenían estanterías y estanterías sobre el ADHD (siglas de TDAH en inglés) sobretodo dirigidos a los padres. Allí muchos confiesan en que hay una “obsesión” en medicar a los niños con este “problema”.

¿Pero tienen un problema o es que en realidad son niños que necesitan gastar sus energías? Esta pregunta no os la puedo contestar yo (por desgracia).

Lo peor es que no sabemos aún los efectos a largo plazo de estas sustancias y como influirán en los niños. Si tenéis interés, he encontrado unarevisión muy completa sobre el tema. La revisión está hecha por “Oregon Evidence-based Practice Center” de la “Oregon Helath and Science University” que está en Portland, lo cual me ha hecho mucha ilusión (muchos ya sabéis porqué). Ya en las primeras páginas nos exponen una conclusión a tener en cuenta:

– Evidence on the comparative effectiveness of drugs to treat ADHD was insufficient. Evidence on the comparative efficacy in children and adolescents was moderate to low strength and indicated very few differences among the drugs in improving symptoms or in adverse event rates.

– Evidence on abuse, misuse, and diversion was limited, but indicated thatstimulant use during childhood is not associated with increased risk of substance use later.

– Evidence on the risk of serious harms was primarily indirect, and indicated atomoxetine has increased risk of suicidal behavior compared with placebo. Differences in risk for sudden death was unclear, cardiac adverse events were not different between stimulants, and cerebrovascular adverse events in adults did not differ between stimulants and atomoxetine